viernes, 2 de diciembre de 2011

Manotazos de ahogado

Dicen haber recuperado la democracia después de varios años, y creen que tienen autoridad moral para seguir restregándoselo al resto de la gente. Pensaron que con ese único aval se aseguraban el poder para siempre, pero a fines de los 90’s se empezaron a dar cuenta de que no bastaba con eso, porque la gente había comenzado a desilusionarse con la situación económica del país. Entonces, desplegaron artillería pesada: unas cuantas reformas laborales polémicas en los estertores del gobierno de Eduardo Frei, sumadas a una franja televisiva muy violenta –destinada derechamente a destruir a Joaquín Lavín- lograron una ventaja tan exigua que permitió que se hablara de un cambio seriamente por primera vez desde el 90.
Como se les venía la noche (algo gravísimo para quien se acostumbró a vivir del aparato público), tuvieron que agudizar el ojo. Primero fue la inestimable colaboración de la centro- derecha a inicios del gobierno de Ricardo Lagos, cuando la corrupción amenazaba con hacer fracasar el primer gobierno socialista en casi 30 años. Más tarde, vino la campaña –sucia y orquestada- de los medios afines a sus intereses, para destruir sistemáticamente la imagen de Lavín, dejándolo como un “cosista” sin mayor trasfondo, al tiempo que (vaya paradoja) presentaban a Michelle Bachelet (sí, la misma de los torpedos en los debates, la que no fue capaz de cumplir con la misión encomendada por el presidente Lagos cuando ofició como ministra de Salud, la misma que administró el statu quo en un ministerio de bajísima complejidad como lo es Defensa) como candidata.
Con la renovación que le daba la imagen femenina, se aseguraron 4 años más de luz, pero se cayeron a pedazos. La lista de desaciertos es larga, empezando por el Transantiago y siguiendo por una serie de reformas populistas que resultaron en una pesada carga económica para el país. Junto con ello, he aquí lo más grave, permitieron que la semilla del resentimiento que había permanecido más o menos controlada, brotara de manera fructífera, negociando además con quienes comenzaban a usar de manera concertada a las calles como rehenes. La paradoja es que, mientras peor era la gestión, mayor resultaba la aprobación de Mamá Subsidio, la gobernante que no gobernó porque la blindaron cual Papa en Teherán (?).
Ya no hubo cómo estirar el chicle. A pesar de que echaron mano a las mismas tácticas de antes, no pudieron (las razones de ello son bastante profundas, tal vez ya no tiene sentido analizarlas). Perdieron el poder. Y se sienten huérfanos y sin rumbo. Pasaron los primeros meses, el primer año pisándose la cola. Después trataron de colgarse de la estrategia que montaron sus socios comunistas para desestabilizar la institucionalidad, pero no les resultó. Ahora que la discusión parece haber vuelto a los cauces democráticos (aunque en este país nunca se sabe), entonces se oponen a todo lo que propone el Gobierno. Se han transformado en una oposición destructiva, pero sin objetivos claros ni estrategias que justifiquen esa destrucción más que el hecho de querer “ganarle por cansancio” al oficialismo y operar con el miedo a su favor. Pero al final, el beneficiado –lento, a los tropezones, pero beneficiado al fin- es el Gobierno.
¿Podrá la señora de la ONU sacarlos del pozo? ¿Cuál será el próximo manotazo de ahogado de estos señores? Lo sabremos pronto. 

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