miércoles, 28 de diciembre de 2011

Los verdaderos responsables

“Los fiscales no hacen su trabajo”. Esta frase se ha escuchado con insistencia durante las últimas semanas. La dijo el ministro Hinzpeter, solapadamente, ante la sensación creciente de inseguridad que se apodera  –según los medios afines a la izquierda- de las calles de Santiago.
Es posible que el ministro lo haya dicho como parte de una estrategia del Gobierno de tercerizar responsabilidades en la batalla contra la delincuencia, lo cual no parece del todo incorrecto, porque en el ambiente conviven una serie de actores que deben preocuparse del asunto. Lo que no sabía el personero es que, desde la trinchera opuesta, emergería Sabas Chahuán, el Fiscal Nacional, para defender su trabajo y criticar al Gobierno. Claro que, esta vez, las críticas fueron directas y no tan solapadas. La novela duró hasta que desde ambas partes decidieron bajarle la tensión al asunto, y hasta que surgieron otros problemillas (?) en el poder judicial.
Llaman la atención las palabras de Hinzpeter, no porque pueda estar equivocado, sino porque no es común que desde un poder del Estado se hable de otro. Pero también llaman la atención por algo que no se ha dicho: el blanco de sus críticas. Es entendible que el esfuerzo del ministro sea poner la atención en el trabajo de los fiscales (algo que ha tenido bastante éxito, por lo demás. La gente ha asimilado bastante sus palabras). Lo que no se entiende es que las críticas no hayan ido dirigidas hacia los verdaderos responsables.
Los verdaderos responsables son aquellos personajes a los que no se puede ni nombrar. Los que, cada vez que entregan un dictamen, se dice que éstos “no se comentan”. Que se esconden en su independencia para obrar sin escrutinio posible. De quienes se sabe poco porque nadie se atreve a tocarlos.
Los verdaderos responsables son quienes, en vez de aplicar la ley, la acomodan a su antojo. Los que dejan libres a quienes debieran estar presos, y mantienen tras las rejas a los que deberían estar libres. Los que olvidan que la justicia es ciega, que existe una ley que está por sobre cualquier consideración, y que se niegan a ser co-solidarios de los delitos que cometen aquellos que –por obra de su falta de criterio- debieran estar privados de libertad.
Los verdaderos responsables son cómplices de ese nefasto grupo de presión como son las diversas instituciones dedicadas a la promoción de los derechos humanos (privilegio del que sólo gozan los izquierdistas, por lo demás), una de las cuales es financiada por el Estado (¿habrase visto pérdida de dinero más grande?). Por eso, ahora que el nuevo presidente de la Corte Suprema es alguien que se ha hecho conocido por aplicar la ley es que todos saltan en contra. Porque en el país que la Concertación y sus secuaces construyeron por 20 años, el respeto a la ley es transable. Total, la ley es relativa. ¡Plop!

viernes, 2 de diciembre de 2011

Manotazos de ahogado

Dicen haber recuperado la democracia después de varios años, y creen que tienen autoridad moral para seguir restregándoselo al resto de la gente. Pensaron que con ese único aval se aseguraban el poder para siempre, pero a fines de los 90’s se empezaron a dar cuenta de que no bastaba con eso, porque la gente había comenzado a desilusionarse con la situación económica del país. Entonces, desplegaron artillería pesada: unas cuantas reformas laborales polémicas en los estertores del gobierno de Eduardo Frei, sumadas a una franja televisiva muy violenta –destinada derechamente a destruir a Joaquín Lavín- lograron una ventaja tan exigua que permitió que se hablara de un cambio seriamente por primera vez desde el 90.
Como se les venía la noche (algo gravísimo para quien se acostumbró a vivir del aparato público), tuvieron que agudizar el ojo. Primero fue la inestimable colaboración de la centro- derecha a inicios del gobierno de Ricardo Lagos, cuando la corrupción amenazaba con hacer fracasar el primer gobierno socialista en casi 30 años. Más tarde, vino la campaña –sucia y orquestada- de los medios afines a sus intereses, para destruir sistemáticamente la imagen de Lavín, dejándolo como un “cosista” sin mayor trasfondo, al tiempo que (vaya paradoja) presentaban a Michelle Bachelet (sí, la misma de los torpedos en los debates, la que no fue capaz de cumplir con la misión encomendada por el presidente Lagos cuando ofició como ministra de Salud, la misma que administró el statu quo en un ministerio de bajísima complejidad como lo es Defensa) como candidata.
Con la renovación que le daba la imagen femenina, se aseguraron 4 años más de luz, pero se cayeron a pedazos. La lista de desaciertos es larga, empezando por el Transantiago y siguiendo por una serie de reformas populistas que resultaron en una pesada carga económica para el país. Junto con ello, he aquí lo más grave, permitieron que la semilla del resentimiento que había permanecido más o menos controlada, brotara de manera fructífera, negociando además con quienes comenzaban a usar de manera concertada a las calles como rehenes. La paradoja es que, mientras peor era la gestión, mayor resultaba la aprobación de Mamá Subsidio, la gobernante que no gobernó porque la blindaron cual Papa en Teherán (?).
Ya no hubo cómo estirar el chicle. A pesar de que echaron mano a las mismas tácticas de antes, no pudieron (las razones de ello son bastante profundas, tal vez ya no tiene sentido analizarlas). Perdieron el poder. Y se sienten huérfanos y sin rumbo. Pasaron los primeros meses, el primer año pisándose la cola. Después trataron de colgarse de la estrategia que montaron sus socios comunistas para desestabilizar la institucionalidad, pero no les resultó. Ahora que la discusión parece haber vuelto a los cauces democráticos (aunque en este país nunca se sabe), entonces se oponen a todo lo que propone el Gobierno. Se han transformado en una oposición destructiva, pero sin objetivos claros ni estrategias que justifiquen esa destrucción más que el hecho de querer “ganarle por cansancio” al oficialismo y operar con el miedo a su favor. Pero al final, el beneficiado –lento, a los tropezones, pero beneficiado al fin- es el Gobierno.
¿Podrá la señora de la ONU sacarlos del pozo? ¿Cuál será el próximo manotazo de ahogado de estos señores? Lo sabremos pronto.